La República Dominicana, nuestra hermosa nación, ha sido atacada por
un virus que pudo haber sido contraatacado hace mucho tiempo, pero que, por
razones obvias, los encargados de acabar con dicho mal no han reaccionado
adecuadamente en aras de la supervivencia de nosotros: el pueblo. Hemos sido
atacados por mar, tierra y cielo por los bichos portadores de este virus que
tanto nos ha costado. Nos está costando nuestra sobrevivencia en un país repleto
de recursos naturales; está calando en los factores económicos; nos está
costando la vida.
A la vez, es también importante resaltar que muchos de nosotros
hemos perdido la tan necesaria preocupación y sensibilidad para acabar con este
mal que tanto nos afecta, a todos sin excepción.
El virus es mejor conocido como: CORRUPCIÓN. Nuestra nación ha sido
atacado por este virus a lo largo de su historia en repetidas ocasiones sin vergüenza
alguna por parte de los portadores. Nosotros, el pueblo, hemos sido acallados por
medio de tácticas para que la demanda cese. Hace ya mucho tiempo que no somos dueños
de nuestro destino, de nuestra libertad. Estos derechos, tan fundamentales, nos
han sido arrebatados a lo largo de nuestra corta historia republicana muy hábilmente
por dichos portadores. La aristocracia, enferma e infectada, ha sabido manejar
a su favor el contagio de tal virus. Han arremetido contra nuestra salud social;
han descompuesto nuestra nación por completo; han calado en todos los rincones
sin perdón alguno.
Algunos se preguntarán: ¿Quiénes son los portadores? La respuesta,
como muchos sabrán, puede ser resumida en dos palabras: EL GOBIERNO. Al mismo
tiempo, los inocentes harán su labor y caerán en una pregunta obligatoria para
su razón: ¿Quiénes han permitido que los portadores lleguen hasta donde han
llegado? A esto respondo: NOSOTROS MISMOS. Sí, han escuchado bien: nosotros
mismos. Somos nosotros, con nuestra ignorancia, quienes hemos permitido que estos
señores hayan llegado vilmente hasta donde han llegado con una facilidad
inimaginable para muchos países desarrollados. Es por ello que, haciendo
autocrítica y reconociendo nuestro error cometido en reiteradas ocasiones,
somos, a la vez, nosotros mismos quienes debemos analizar el problema que tanto
daño nos ha estado haciendo.
Ha llegado la hora de recobrar nuestro sentido y nuestro deber; más
bien, nuestro llamamiento a cumplir con el reclamo de nuestros derechos. Ha
llegado la hora de ser libres; libres del virus; libres de la ignorancia;
libres de la aristocracia que nos gobierna; libres de la pobreza extrema;
libres de esa permisividad que tanto daño nos ha hecho; libres de nosotros
mismos. Nuestra cultura debe ser revisada, pues son aires y tiempos diferentes
en los que nos situamos hoy día. La educación debe ser examinada en su
totalidad y reinstaurar el deseo de la razón, más allá del ocio. Debemos volver
a tener esa sensibilidad por los problemas sociales. Aquellos problemas que
están acabando con nuestro continente y sus democracias.
Algunos piensan en el “yo”; otros piensan en el “ellos”; yo pienso
en el “nosotros”. Quiero, junto a todos ustedes, luchar por y para el “nosotros”.
Luchar por nuestro futuro; luchar por nuestros hijos; luchar por nuestra
educación; luchar por nuestros recursos naturales; luchar por nosotros mismos;
luchar por aquello que nos une: NUESTRA NACIÓN.
Gustavo Moreno Pou.
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